Mil veces escuché el “es que yo no tengo voluntad”, “es que a mí lo dulce me puede”, frases en las que las personas se responsabilizan por su no poder elegir conscientemente su propia alimentación. Como si todo lo que hiciéramos en la vida lo eligiéramos con plena conciencia, como si no tuviéramos montones de emociones y una psiquis que a veces nos hace funcionar como no quisiéramos… Hasta que no dejemos de creer y justificarnos en la falta de voluntad no podremos empezar a escarbar lo que esa excusa esconde: ¿Cuál fue el disparador del antojo desmedido? ¿Qué simbolizan esos alimentos para vos? ¿buscabas realmente chocolate o buscabas contención, un abrazo, un apapacho? ¿qué emoción asociás con comer cosas que te estimulen? Quizás hasta es biológico: no merendás y a la hora de la cena comes de más: ¡y si, tu cuerpo tenía hambre!
Si muchas veces empezaste una dieta, un plan alimentario y no lo pudiste sostener entonces es hora de encarar el problema de otra manera, de buscar las verdaderas causas, de dejar de sacarle las hojas al asunto e ir a por la raíz. Quizás ya hayas aprendido suficiente de comidas, de combinaciones, de recetas y lo que queda pendiente es ir a encontrarte con lo que te empuja a comer de una manera que no es la que quisieras… porque a veces para lograr una alimentación saludable en vez de hablar de alimentos hace falta que hablemos de ser PERSONAS.
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